Hace mucho tiempo, había dos amigos en Japón. Uno tocaba el arpa con mucha habilidad y el otro escuchaba con mucha habilidad.
Cuando uno tocaba o cantaba acerca de una montaña, el otro decía:
– Puedo ver la montaña frente a nosotros.
Cuando tocaba o cantaba acerca del agua, el que escuchaba exclamaba:
– ¡Ese riachuelo fluye aquí mismo!
Pero un día el que escuchaba cayó enfermo y murió. Entonces, el amigo cortó las cuerdas de su arpa y jamas volvió a tocar. Desde aquellos tiempos, cortar las cuerdas de un arpa ha sido símbolo de una profunda amistad.
Autor desconocido.
Ella si que va veloz. Se dibuja y se desdibuja con desparpajo. Con trazo firme y puro… Ella se transforma. Y analiza. Y da. Dando. Enumera y le sincronizan los numeros con la realidad. Sin temor dejó su conocido, se internó. Agradezco su sonrisa, y sus palabras. Aprendo, porque a veces no le entiendo.
Carolina Vignola.