El pibe ya no le tenía miedo a las palabras, aunque todavía no supiera qué hacer con ellas.
Creo que no te quiero,
que solamente quiero la imposibilidad
tan obvia de quererte
como la mano izquierda enamorada de ese guante
que vive en la derecha.
Salvo el crepúsculo.
autoficcion: