Tenía yo cinco años cuando conocí a la abuela Mari. Paseábamos juntas por mi primer invierno, de la mano. Ciudad de Rosario. Provincia de Santa Fe. República Argentina.
De repente detuve mis pasos y los de ella. Mirando al frente, frunciendo la cara, sorprendida, exclamé:
‘Abuela, qué es esto?!’.
‘El viento!’, me respondió. ‘El viento frío, nena! ¿Es que acaso no hay allá?’.