‘Hoy es un día perfecto para irme’, diré cuando lo sienta.
Terminaré de armar el bolso y me ducharé. Llamaré a mis amigos para convidarlos a comer y daré un paseo en bicicleta. Miraré el Mar.
Les ofreceré al Xavi Mulet y al Rover que me lleven al aeropuerto, que les gusta.
(Así de paso no me despido de Ferran en ese momento y me escaqueo de sentir tristeza).
Miraré en las pantallas cuál es el próximo vuelo a Argentina y me dirigiré a la aerolinea. Compraré el billete y cogeré el avión.
Antes de montarme, llamaré a mi Amor para avisarle que ya me puede ir a recoger. Estoy llegando.